La historia del padre José Antonio Chavarría (UNAV, 2023) -de la arquidiócesis de Tegucigalpa, Honduras- comenzó en la escucha atenta de la Palabra. Él mismo lo dice con sencillez: “por la lectio divina decidí entrar al seminario”. La práctica de leer, orar y contemplar la Escritura,  fue la raíz de su vocación y la brújula que guía su ministerio. 

Su deseo de profundizar en la Biblia lo llevó a buscar una formación que le permitiera servir con mayor claridad y hondura.”La palabra de Dios siempre ha estado ahí para mí y siempre fue mi sueño especializarme en Sagrada Escritura”, afirma el padre José Antonio.

Navarra: fraternidad y mirada universal

Gracias a la beca otorgada por la AEH, el padre José Antonio estudió Teología Bíblica en la Universidad de Navarra, en Pamplona. Los años en España se caracterizaron por el estudio riguroso y la vida comunitaria: convivir en la residencia sacerdotal de Los Tilos con otros sacerdotes aportó apoyo, diálogo y amistades que perduran:  “recuerdo con mucho cariño esa fraternidad, con varios de los compañeros aún seguimos en comunicación”. 

Esa formación no quedó encerrada en libros; viajó con él a Polonia, a Sicilia, a Roma. Las estancias en cada país le mostraron cómo se vive la fe en contextos diversos. Por ejemplo, observar cómo vive el clero en Polonia y cómo es la religiosidad popular, fue una de las experiencias más enriquecedoras.  Recuerda que uno de los obispos que lo formaron en sus primeros años, le repetía: “la Iglesia no es una finca, hijo”. Y es cierto,  “la Iglesia es universal, y la multitud de experiencias que hay en las diferentes diócesis en cada país es increíble, es exquisito el abanico de experiencias (…) Esto me abrió la mente muchísimo: ver otras realidades y maneras de hacer las cosas que también funcionan”, comparte el padre José Antonio.

La universalidad que palpó durante sus estudios en España amplió su visión pastoral: aprendió a leer la fe desde múltiples tradiciones y a traer esos horizontes a la parroquia Cristo Señor de las Mercedes en Honduras. “Regresé con un espíritu renovado, de misión, con más deseos, más enamorado de mi fe, de mi iglesia y con mayor confianza a la hora de anunciar el mensaje de Cristo”.

Comunicar la fe en la era digital y servir desde la parroquia

La formación bíblica y la experiencia internacional desembocaron en tres campos de servicio: la comunicación, la formación de seminaristas y la vida parroquial. 

A su regreso, asumió la responsabilidad de los medios de comunicación de la Arquidiócesis de Tegucigalpa -una televisión de frecuencia abierta, dos radios y plataformas digitales-; que impulsan proyectos educativos como Telebásica. “Este último proyecto agrupa a más de 100 colaboradores. Tenemos un proyecto educativo en convenio con el Estado, que tiene un alcance de 598 centros de educación por televisión”.

Desde allí aprendió a traducir el lenguaje de la fe al código multimedia del presente porque “el mensaje del Evangelio sigue siendo el mismo, pero los caminos para comunicar son diferentes”. Su trabajo le permitió también representar a la Iglesia hondureña en el Jubileo del Mundo de la Comunicación en Roma y cubrir el cónclave que dio inicio al pontificado de León XIV. Ambas fueron experiencias intensas y formativas.

Al mismo tiempo, es párroco en la iglesia Cristo Señor de las Mercedes, en el municipio de Santa Lucía, Francisco Morazán. Aunque está formada por 13 comunidades que reúnen alrededor de 4000 fieles,  trabaja por mantener la cercanía pastoral: organiza sesiones mensuales de formación bíblica que congregan a muchas personas, administra los sacramentos y brinda atención cotidiana a las necesidades de los fieles. 

Además, da clases en el seminario mayor en el área de Sagrada Escritura.  Esa triple tarea servir en medios, en el seminario y en la parroquia, no es contraria; se complementa. La claridad teológica y la sensibilidad pastoral le permiten comunicar con veracidad y calor humano, y la presencia en la comunidad le recuerda siempre el rostro de quienes escuchan la palabra.

Un llamado a acompañar: por qué las becas importan

La historia del padre José Antonio muestra el retorno de una inversión: la beca de AEH no fue solo ayuda económica, fue una semilla que hoy da fruto en la parroquia, en los medios y en la formación de seminaristas y sacerdotes. “No hay nada tan lindo como tener un sacerdote formado para poder servir mejor a su comunidad con un corazón enamorado de Jesucristo, un corazón de buen pastor, pero también un cerebro, un cerebro que puede iluminar la vida de los creyentes o actualizar la palabra de Dios en el corazón y en la mente de los fieles”. 

A los donantes les dirige un mensaje sencillo y urgente: “Muchas gracias,  ¡qué Dios les multiplique abundantemente esto que hacen! No dejen de hacerlo. Merece la pena.” Subraya además que la contribución no es solo monetaria: “la parte económica es fundamental, pero las oraciones también lo son”.

Sin duda, apoyar el programa de becas de AEH significa multiplicar pastores formados, capaces de enseñar con profundidad, acompañar con caridad y comunicar con creatividad.